lunes, 8 de julio de 2013

12 de julio de 1947

Puebla, a 12 de julio de 1947.
Mi querida María de la Luz:

Como te dije, doy contestación a tus cartas fechadas el 1º de julio y el 6 de julio.

Leyendo el primer párrafo, haces que retroceda a otra carta anterior tuya; pero, como ya te he dicho, no veo en qué te tengo que disculpar. Antes al contrario, tengo mucho que agradecerte y quisiera podértelo expresar en un poema; pero ya que carezco de esa facultad (de escribir poemas), trataré ahora de confirmarte en que yo, con la sensación de que tú me quieres, con ese querer que tú únicamente puedes dar y con el cual has hecho que toda mi vida se ilumine, estás haciéndome el ser más dichoso, estás haciendo que el más grande de mis ideales se cumpla, y sólo me resta poner todas mis fuerzas para no fallarte, sólo me resta poner todas mis fuerzas para poder proporcionarte una posición cómoda y acortar en todo lo posible el tiempo, si tú lo quieres, en que la unión indisoluble y eterna de nuestras personas se verifique. Es a esto a lo que me refiero cuando uso la palabra “fallarte”, y de ningún modo a dejarte de querer, a dejarte de amar, a tratar de hacerte feliz.

En cuanto al castigo en que piensas imponerme, que sea cualquiera menos el pedirme que me aleje de ti. Antes al contrario, yo mismo me impondré castigos, y esto hará que me sienta más cerca de ti, que mi corazón palpite más al unísono con el tuyo, y así poder andar el camino de la vida con toda la felicidad posible.

En cuanto a engañarme, no sé si me explico bien. Como te digo, mi vida es anormal, con lo cual quiero decirte que, por ejemplo, en la universidad más o menos me he distinguido en los estudios y en política (buena) -y así te enseñaré un premio que saqué y que a nadie antes se lo habían dado-. Y, sin embargo, siento haber perdido mi tiempo. Pero dejando todo pesimismo de una manera u otra, haré todo lo que esté de mi parte para ser digno de ti, viviendo el presente y preparando el futuro con confianza en Dios.

Me dejas tranquilo con que te estés divirtiendo con tu papá, y lo único que te recomiendo es que busques medios razonables, prudentes y eficaces para que entre tu familia reine la paz. Con esto te recuerdo el toro que me brindaste allá en México. Y te repito que lo tomaré, cuando se llegue la ocasión, como una alternativa, es decir, que en cualquier toro que me toque a mí, trataré de superarte en heroísmo.


Me ha gustado muchísimo “Calcomanía”, y claro que todos tus versos originales como éste me gustarán más. Pero si quieres que me aprenda otros, me los copias. Recuerda que soy un profano, como en todo lo del arte.


Te llevé a México el escudo de la Universidad de Puebla, a falta del de la Facultad de Ingeniería. Si observas, en el escudo hay un Ave Fénix. Y dice la leyenda que se deja quemar en aras del ideal y del amor. La cabecita de arriba significa ciencia y cultura. Cuando nos veamos, te platicaré más sobre esto.

Mañana domingo pondré la estampita en mi libro de misa.

Se me hizo un nudo en la garganta de tristeza y coraje cuando veníamos en camino; pero ya te dije que si no me opuse fue porque no quería contrariar en lo más mínimo a Laura; aunque bien sé que, si se lo hubiera pedido, (ella) hubiese accedido a quedarse y pasado un día divertida y contenta con nosotros; pero como no salió de ella, no quise intervenir. Será en otra ocasión. Hay que amoldarse a las circunstancias y estar siempre contento, cumpliendo con el deber.

Mi próxima ida será solo, pues me gusta ser independiente. Y si se puede y quieres, iremos a ver a la Reverenda Madre Superiora de las Concepcionistas. Y tú ve pensando cuándo y cómo quieres que le hable a tu mamá y a tía Luchena sobre nuestras relaciones. Yo creo que ellas nos dirán la actitud que debemos tomar ante tu papá.

Me contaron el incidente que hubo en casa de mi tía María, pero ya te dije que he dado los pasos necesarios para que ese rumor que tú misma oíste aquí, en Puebla, no tenga ningún fundamento. Así me estoy portando desde el 13 de junio. Y sin ti, iré a pocos lados.

Saludos a tía Luchena, a tu mamá, a Tití y a Lily, y si se puede a tu papá.

Quien no te olvida y te quiere,
Agustín

P.D. El trabajo de que te hablé no se organiza hasta el martes.

NOTAS. 1. Las oraciones  “…estás haciéndome el ser más dichoso” y  “sólo me resta poner todas mis fuerzas para no fallarte”, pertenecen al borrador de la carta.

2. Agustín es poco efusivo con las expresiones poéticas de María de la Luz, pero no por desinterés sino por una muy calculada forma de evitar cualquier traición a sus principios. Desde su infancia, Agustín encuentra en la devoción cristiana un programa de vida y un proyecto de santidad; y ya en la adolescencia, sus anhelos de perfección espiritual lo conducen a un campo donde ciertas almas son tocadas hasta el fondo por la moral católica. No llega a los extremos ascéticos de su hermano Rafael, pero sí elabora un escrupuloso código de conducta personal, acaso inspirado en las enseñanzas de la Compañía de Jesús…

Como el Stephen Dedalus de Joyce, Agustín estudia con los jesuitas y vive la experiencia del pecado y la absolución como una pasión oscilante que marcará toda su vida.  Cuando Agustín se describe como “profano de las artes”, lo que en realidad refleja es el pensamiento jesuita en el que fue formado, ese pensamiento donde toda manifestación artística que no sea para alabanza de Dios, se vuelve intrascendente, insubstancial y en muchos sentidos pecaminosa.

Si el Stephen Dedalus de Joyce asume el arte como destino y como la mejor manera de distanciarse de la moral jesuita, Agustín Aguilar Rodríguez abraza esa misma moral y renuncia a toda experiencia estética. No lo hace por comodidad o indolencia intelectual, sino con la misma convicción atormentada (pasional) con la que Stephen Dedalus elige ser artista. En ambos, a propósito, hay una mujer que los incita al amor (sea éste entendido como expresión estética o como formulación mística), una mujer que los mueve y los conmueve. De no haber conocido a María de la Luz, de no haberse enamorado de ella, Agustín hubiera sido sacerdote jesuita, lo que hubiera desencadenado un dramático cúmulo de inexistencias ulteriores. 

3. Agustín da un paso muy importante al comprometerse a hablar con la abuela Concepción y con Ma (tía Luchena), para hacerlas partícipes de su noviazgo y para que ambas aconsejen a los jóvenes enamorados sobre cómo encarar al padre de María de la Luz, José Tagle y Aguilar, un hombre de carácter difícil y, según parece, con resentimientos enquistados (de eso hablaremos después, cuando nos refiramos al hecho de que José Tagle es primo de Ismael Aguilar, el padre de Agustín).

4. Expliquemos "el incidente en casa de tía María". Por torpeza o por malicia, tanto las tías como las hermanas de Agustín, tanto en Orizaba como en Puebla, se dedicaron en esos días a afirmar -para que llegara a oídos de María de la Luz, sin duda- que Agustín era muy noviero, que salía a muchas fiestas y que, de hecho, ya estaba comprometido con una tal Margarita Cugurú. Y aquí necesitaré ser asistido por la memoria de mis propias hermanas. El párrafo de Agustín es confuso y ambiguo. ¿Dar "los pasos necesarios" para detener ese rumor? ¿No bastaba con rechazarlo? ¿Cuáles son esos pasos? Me atrevo a decir que Agustín tuvo que cortarle las alas a la señorita Cugurú (se dice, pero no me consta, que, al perder esas alas, Margarita se recluyó en un convento poblano para nunca más salir de él).

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