sábado, 31 de agosto de 2013

1 de septiembre de 1947


Lunes 1 de septiembre de 1947



No me fue posible salir a misa el día de ayer, pero la recé en el oratorio. Al mediodía llegó Nico. Comió con nosotros. También comió aquí Sergio. En la tarde, subieron a ver los trenes. Después, en el comedor, jugamos con la baraja, el dominó y las damas.

Mi intención era darle a Sergio la carta, para que me la pusiera en el correo; pero no se la di, pues no hubo oportunidad. Será mi tía la que lo haga.

Ahora vino el padre Brambila, y comulgué por… Y seguiré comulgando hasta que vengas.


Nico, hace un rato, salió para comprar su boleto. Volverá pronto, pues mi mamá le dijo que habrá mucho alboroto en el Centro.
Son las 10 a.m. Aún no pasa el cartero, quien, sin duda, me traerá tu carta.

La semana pasada terminé de leer No quiero un sacerdote entre tú y yo. ¿Ya te lo había dicho? Creo que no. 
Pues bien, me gustó mucho y me hizo quererte más, pues gracias a Dios el hombre que será el compañero de mi vida lleva al mismo Jesús en su alma, y por él y para él deseo ser buena, pero buena de veras. Me costará trabajo, es cierto; pero no es menos cierto el que con tu ayuda lograré lo que me propongo.

Hasta… ¡muy pronto! Y mientras, recibe el corazón y la vida entera de María de la Luz.

NOTAS. (1) El padre Antonio Brambila, gran amigo de la familia, es un reconocido teólogo que combinó su sacerdocio con el periodismo. Quien esto escribe recuerda sus artículos en El Excélsior, pero en especial un libro que lo marcó: Que Dios es la mar de raro. (2) El autor del libro mencionado por María de la Luz es Pierre L'Ermite (1863,1959). No debemos confundir a este teólogo francés con Pedro el Eremita, religioso del siglo XI. 

jueves, 29 de agosto de 2013

Intermedio VIII

Poema fúnebre I
Agustín Aguilar Rodríguez
Sin fecha


Si en este triste lugar encuentras la carta
que ahora tienes en tus manos,
sábete que es el último adiós
de quien abandonar este mundo quiere.

Ahogada me voy, entre humos del averno
y fúnebres truenos. Ahogada me voy 
porque mi dueño se puso a cagar 
sin vergüenza ni remordimiento.




sábado, 24 de agosto de 2013

Retrato del santo adolescente

Puebla, a 30 de agosto de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Ayer te escribí. Y ya había yo cerrado la carta cuando recibí tu carta fechada en 28. Ya el cartero sabe para quién es ese encantador sobre color de rosa y me busca para entregármelo personalmente. Y cuando lo logra, se sonríe al adivinar la realidad de que es el mensajero de mi alegría.

En la tarde fui a clase de 4 a 5. Y después, mis compañeros quisieron festejarme mi Santo y me invitaron dos cognac, que me cayeron muy bien para mi catarro. Ya estoy mejor, y mañana u hoy en la noche me bañaré.

Ya fui por las fotografías. Y sólo, como ves, salieron tres, las que les mando, junto con los negativos, para que no me digas que los rompo o escondo (como a veces he hecho).

Te pido perdón por la tristeza que hayas notado en mis párrafos. A propósito inserto en mis cartas párrafos tristes, pero reales, para que tú te des cuenta del verdadero terreno que pisas. 

La tristeza sólo viene de la presencia del mal. ¿Cuál es este mal? Yo me refiero, en síntesis, a la sensación de haber perdido 15 años y de no poder darte actualmente todo lo que te haga feliz. Pero, como te digo, por ti modificaré mi carácter apocado, abúlico. Al contrario, tengo toda la alegría que da el amor.  Ya son innumerables las gracias que me está dando Dios, con las cuales quiere que yo esté alegre, tenga amor y forme contigo una sola alma.  Procuraré que mi vida sea de tal manera que no se trasluzca el más mínimo mal, pues por ti lo haré todo.

En cuanto a mis estudios, te diré que he comprado un despertador igual al que me prestan, para así poder, apenas me alivie, no fallar un día en mi levantada. Por ti haré todo lo que no he hecho y, ¡cómo no!, me van a ayudar tus oraciones. No puedo tener mejor intercesora ante Dios y, por lo tanto, agradezco profundamente tus oraciones. Y también rezo por los dos.

Si ves al ingeniero, le preguntas si se enojó conmigo, pues no me dejó los papeles: hoy fui a la casa de la señora Tofuero, y me dijeron que no había dejado nada.

En cuanto lo que me preguntas de Laura, ya te dije una vez que no la entiendo; pero es claro que al no contestarte ya no le escribas (aunque esto no lo vayas a hacer conmigo, pues si no te contesto como yo quisiera, luego luego, con mis pensamientos y mis actos, siempre estoy acordándome de ti).

Pues bien, lo que le ha pasado a Laura no lo comprenderé nunca. Pero eso sí: nunca quisiera que nuestros hijos se vieran en caso semejante. Será mejor que no le escribas hasta que no te diga yo.

Alguna vez ya platicaremos más largamente. Ahorita ya me están llamando a comer. Saludos a tía Luchena y a todos. Y tú recibe todo el amor que tengo por tu persona ideal. Siempre tuyo,

Agustín


NOTA. (1) Agustín señala que su tristeza nace del saber que ha perdido 15 años de su vida. Sorprende tal revelación. De ser cierto lo anterior, nuestro héroe no ha hecho nada valioso desde los ocho años de edad. Sin embargo, sabemos que es absolutamente falsa la premisa de la que partimos (hay indicios claros y pruebas fehacientes de una infancia y una adolescencia ricas y productivas). 

¿Olvida Agustín sus triunfos deportivos, sus logros como estudiante, sus hazañas como alpinista, sus labores como católico comprometido, su carrera universitaria? ¡Sí, Agustín olvida todo esto! 

Pero el problema no está ahí, sino en el hecho de que es el propio joven quien afirma su vacuidad existencial y quien se reprueba. 

Dejemos a un lado la ternura y el enfado que nos provoca la subestimación del joven. Indaguemos mejor sobre la desmesurada autoflagelación. ¿Qué la motiva, de dónde surge, cuáles son sus causas? Ensayo una respuesta en los párrafos siguientes.

En toda experiencia de amor pasional, hay un grado de menosprecio de uno mismo, al menos el necesario para sentir que necesitamos al otro, para suponer que sin el otro nuestra vida está incompleta, para aspirar a la "plenitud" de la pareja. Además, el amante percibe su pasado como un largo y penoso camino, absolutamente fútil, por el simple hecho de que en él no está el ser amado. Tal impresión de las cosas, además de explicar la sensación de vacío que padece Agustín al evocar su pasado, confluye con otro río melodramático: la rigurosa disciplina que se autoimpone nuestro héroe desde sus propios escrúpulos religiosos.

Pasión y fe, erótica y mística, dos dimensiones donde la sed de elevación ( de éxtasis) es tanta que, al no ser inmediatamente saciada, encuentra en la ascética un alivio temporal, pues el amante y el devoto insatisfechos están, por su penuria, convencidos de que el suplicio, la negación de uno mismo y la entrega absoluta son las vías que conducen a la salvación y a la reciprocidad sentimental, o al menos a la sensación de libertad. 

Si por un lado nos encontramos ante la terrible confusión de ideas que genera el angustioso proceso amoroso, por otra parte tal desbarajuste interior es mayor porque Agustín ha sido, desde su infancia, física y moralmente riguroso, tanto que siempre se acusa a sí mismo de lo contrario: su gran pecado, afirma él, el que más lo atormenta, es la abulia, la pereza; pero no cualquier abulia, no cualquier pereza, sino la acedia, la pereza espiritual, "tedio y ansiedad del corazón que afecta a los anacoretas y a los monjes que vagan en el desierto" (Casiano), "terrible demonio del mediodía, torpor, modorra y aburrimiento" (Simón el Estilita y todos los padres de la Tebaida), "inercia, flojedad del espíritu, fastidio del corazón que genera el pesado y amargo disgusto de cargar con uno mismo" (Guigues el Cartujo), "tristeza y flacidez espiritual ante las dificultades de esta vida" (Tomás de Aquino).*

Si seguimos la lógica de Pablo de Tarso en su segunda epístola a los Corintios, entenderemos que la acedia tiene como causa el no saber perdonarnos. Y Agustín, educado por jesuitas, sabe castigarse, sabe maltratarse, vive señalándose a sí mismo cada "falta" que comete... ¡pero no sabe perdonarse! Sabe perdonar al prójimo, al amigo y al enemigo, pero no sabe eximirse de culpa a sí mismo. Entra el joven, entonces, en un círculo difícil de romper: "He cometido acedia, y soy culpable; y como me sé culpable, me abismo en una profunda tristeza; y en el fondo de la tristeza está la acedia, lo que me recuerda que soy culpable...". Cuento de nunca acabar.

Recordemos que Agustín fue educado por jesuitas, así que conviene revisar lo que dice Ignacio de Loyola sobre la acedia. Para el fundador de la Compañía, acedia es desolación, oscuridad y turbación del alma, tibieza, tristeza de saberse tan lejos de Dios. Y la carta que escribe Agustín el 30 de agosto de 1947, refleja nítidamente esa desolación, esa oscuridad, esa turbación del alma.

En este sentido, podemos comparar a Agustín con el protagonista de Retrato de un artista adolescente, de James Joyce: mientras Stephen Dédalus rompe con la religión (aunque nunca del todo) para abrazar el arte, Agustín se ata a su fe y renuncia a los placeres de la vida (aunque nunca del todo). Y si Agustín no se hace sacerdote jesuita es porque aparece en su vida María de la Luz, cuya primera (aunque involuntaria) función es la misma que ejerce (también inconscientemente) la joven que descubre un día Stephen Dédalus en la playa. La muchacha de Stephen moja sus pies en el mar y muestra con descuido sus muslos, y este hecho aparentemente inocuo se vuelve la epifanía del joven artista. En otra dimensión, treinta años después, María de la Luz muestra con descuido sus trenzas, y este hecho aparentemente inofensivo encanta al joven devoto, quien olvida su pretendida (acaso secreta) vocación sacerdotal.

Esta explicación de la renuncia al sacerdocio fue presentada muchos años después por quien esto escribe a su propio padre. En honor a la verdad, debo decir que Agustín nunca admitió mis explicaciones. Sin embargo, la sonrisa y el silencio de María de la Luz al escucharlas, alimentaron en mí la idea de estar en lo cierto.

Volvamos a las tribulaciones del joven Aguilar. 

Pasado el noviazgo, llegado el matrimonio, pasada la juventud, llegada la madurez y la paternidad, Agustín mantendrá siempre sus aflicciones morales: siempre se sentirá un gran pecador y un hombre indigno del amor de María de la Luz e incluso del amor de sus hijos. Su obsesión por la penitencia lo llevan a renunciar a otro sacramento, la eucaristía, cuando ésta no es antecedida de confesión de los pecados ante un sacerdote. 

¿Cómo encaja lo anterior con la alegría manifiesta de Agustín? Sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus compañeros, María de la Luz misma, sus ocho hijos y sus diez nietos son testigos del júbilo permanente y contagioso de nuestro héroe. ¿Entonces? Entonces, concluyo, estamos ante un santo, ante un hombre que se entregó a su familia en cuerpo y alma, y que sonrió durante toda su entrega (casi nueve décadas) a pesar del cilicio espiritual que le impuso la formación jesuita de sus primeros años.

(2) En cuanto a Laura, hermana de Agustín, digamos algo para que el lector no haga conjeturas equivocadas: Laura está enamorada y el novio -Alejandro Barroeta- no es bien visto por el abuelo Ismael. Pero Laura está empeñada en casarse, aun en contra de la voluntad de sus padres. En otra ocasión hablaremos de Laura.

(3) Las fotografías a las que se refiere Agustín son las que ilustran esta carta.

*Las definiciones de "acedia" pertenecen a la riquísima colección de las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.

viernes, 23 de agosto de 2013

30 de agosto de 1947

México, 30 de agosto de 1947.

Hipódromo de las Américas
Concepción Dolores Osorio de Tagle 
con sus hijas Eugenia Concepción y María de la Luz Gema de los Dolores
(foto tomada por José Tagle Aguilar, padre de las niñas)

Querido Agustín:

El jueves, después de depositar mi anterior, me encontré en el correo con el señor y la señora Otten (que viven aquí junto) y me ofrecieron traerme en su coche. Acepté, sabiendo que mamá no se disgustaría, además de que hacía mucho sol y yo me sentía algo mal. Como te dije por teléfono, ya no volví a salir y muy temprano, a eso de las 5 p.m., me metí en la cama. El viernes y el día de hoy los he pasado encerrada en mi pieza, como también será mañana.

Muchos, muchos besos le he dado a esa reliquia que poseo. Del rizo separé unos cabellitos que coloqué junto con tu retrato en mi relicario, el que nunca se separará de mi pecho hasta que muera (y ni aun así, pues deseo que me acompañe a la tumba).

Me tranquilicé un poco al saber que ya estás mejor de tu gripa. ¡Cuídate mucho, alma mía!

Me preguntas: ¿Cómo agradecerte? ¡Es bien fácil! Y tú lo sabes: queriéndome mucho, queriéndome siempre, conjurando mis faltas y perdonando mis errores. Y eso si es que hay algo digno de agradecerme, que lo dudo.

Desde el lunes comulgué diario por mi Agustín, porque salga con bien de sus exámenes. Sólo te pido que me permitas participar de tu alegría al saber las calificaciones.

Por otra parte, muy señor mío, le suplico no pierda usted su tiempo escribiéndome mientras duren los exámenes. Sacrifico con gusto esa alegría con tal de que dediques todo tu tiempo a eso que tanto nos interesa a los dos. Yo seguiré escribiendo, siempre y cuando me prometas guardar mis cartas y no leerlas sino hasta que estés completamente desocupado y no haya nada más importante que hacer. Confío en su seriedad, caballero.

Mis papás, Titi y Lili agradecen tus saludos y te envían otros tantos a ti y a todos los de tu casa.

Piensa en ti
María de la Luz

P.D. Sergio me hará el favor de depositar en el correo la presente.

NOTA. Sergio es el novio de Eugenia Concepción (Lili).

martes, 20 de agosto de 2013

29 de agosto de 1947

Puebla, a 29 de agosto de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Hacía dos horas que estaba yo despierto y ya estaba yo abismado en un libro, tratando de concentrarme y vencer el sueño, cuando sonó el teléfono e inmediatamente lo descolgué y así pude oír tu deliciosa voz, que me vino a traer una alegría que nunca había sentido yo. Después, ya se me había quitado el sueño y me sentí como nuevo.

No sé cómo voy a corresponder y quisiera no tardarme tanto en escribir; pero en ciertos momentos se me acumulan tantas cosas que no puedo o se me pasa la hora de entregar la carta. Por eso es que en estos momentos (son las 10 de la mañana) he decidido escribirte para decirte que pasé bien el día de mi Santo. Les di a todos los saludos que les enviaste por teléfono. Todos y todas han quedado encantados con mi suéter, que me está sirviendo, junto con el verde, mucho, pues tengo algo de gripa; me empezó ayer, de tal manera que no fui a trabajar por ser día de mi Santo y para cuidarme.

Yo antes no me cuidaba, pero ahora ya no estoy solo. Y aunque raras veces me da catarro, el que tengo me está molestando un poco. Y si no amanezco mañana bien, iré hasta el lunes a trabajar.

Vino toda la nueva familia a felicitarme y comieron aquí. Después nos sentamos a platicar y cantaron Rebeca y Piedad. Me acosté temprano me levanté tarde (a las seis y media). Con todo esto, me he retrasado un poco en mi trabajo y estudio. En cuanto a éste, me preguntas cómo estoy después de los reconocimientos. Te diré qué tal estamos…

Te mando lo que quieres. Me lo cortó Esperanza a petición mía. No me preocupa el que sepan. Antes al contrario, hará que me porte a la altura de las circunstancias y que pueda darte todo lo que te mereces toda la vida.

Mi papá no estuvo ayer, pues el miércoles se fue con María de Lourdes a Orizaba.

Saludos a todos. Y tú recibe el cariño que te tiene quien no te olvida.

Agustín

P.D. No vi a monseñor Tritschler.

NOTA. Es claro que lo que María de la Luz pidió hace unos días a Agustín fue un mechón de su pelo, petición que fue satisfecha.

lunes, 19 de agosto de 2013

28 de agosto de 1947

Tu nombre está en mi corazón, bien mío. 
Como en un cascabel, todo lo llena.


México, 28 de agosto de 1947.

¡Bien mío!

Acabo de recibir tu carta fechada el 26, y… Ya ves que estuvo en mi poder el día 28, precisamente para ser el fiel eslabón que nos une, a pesar de la distancia.

Ha sucedido lo que yo me esperaba, mejor dicho, lo que me temía. Han transcurrido días, que mi ansiedad ha contado como siglos. ¡He sentido la desesperación, la necesidad de nunca separarme de ti! Y sé que no está bien este comportamiento. Por eso rezé (?), rezé (?) mucho a la Virgen, y la Virgen me ha dicho ahora y siempre que te quiera.

Pero no más pensamientos tristes que aflijan a esa existencia que me pertenece. Pienso ahora, y quiero, que usted también lo piense así: ya que la suerte nos separa en esta forma, no es para probar nuestro cariño sino para preparar nuestra felicidad futura.

La noche pasada fue como tantas otras, sólo que esta vez y ya al amanecer sentí una gran agitación. Y con el pendiente de que no se pasaran las 6, para llamarte, prendí la luz para ver el reloj y… ¡Amor mío! ¿Fuiste tú quien despertó a este pobre corazón? Imagínate, eran las 4 en punto. Y debo ser sincera: ya había olvidado lo prometido. ¿No es acaso la mejor señal de nuestro inmenso amor? ¡Cuánta razón tienes al decir que no somos dos, sino uno! Uno que siente, vive, ama y es doblemente feliz.

Mis saludos para todos los de tu casa. Aún si haber recibido contestación, ¿quieres que le escriba a Laura? Espero a lo que tú me digas.

¿Adiós? ¡No, nunca! ¡Hasta mañana! Las almas que se aman no tienen ausencia, no tienen adiós.

Tuya,

María de la Luz

P.D. Tuve flojera de ver el diccionario, y es por eso que puse un paréntesis (?) sobre la z. ¿Está bien “rezé”? Si crees que valgan mis oraciones, te diré que hoy comulgué y oí misa por ti.


NOTA. Este día, jueves 28 de agosto de 1947, está dedicado en el calendario litúrgico a San Agustín de Hipona. Como lo había advertida María de la Luz días antes, en otra carta, llamaría a Agustín a las seis de la mañana, para ser ella la primera en felicitarlo. 

sábado, 17 de agosto de 2013

Intermedio VII

Pensamientos en mi caja de muerto
Agustín Aguilar Rodríguez
Manuscrito sin fecha precisa
Circa 1993


¿Dónde estoy? ¡Ah, sí, ya comprendo! Oigo decir que ya morí, que era yo muy bueno, que era yo gritón y enojón. Pero no era de mala intención. Veo que mi esposa se acerca y me trata de componer la quijada. Seguramente, estoy jetón y como idiota. Pero no es la primera vez que me pasa esto. 

¡Pero cómo no voy a estar así, si se está yendo mi espíritu! 

Y así se lo decía yo a ella: 

-No es que sea idiota, Nené, sino que mi espíritu se ausenta de mi cuerpo… y se me cuelga la quijada. 

Así ahorita mi cuerpo: siento que se va. Pero me pregunto quién soy yo y quién es mi cuerpo.


Acaso mi cuerpo está limitado por mi piel, o más bien por mi ropa o por mi cuarto de trabajo o por mi casa o por mi ciudad o por mi patria… o el universo, que es mi cuerpo. Acaso soy yo el que se va del cuerpo y abandona el universo, la patria, mi ciudad, mi cuarto, mi ropa o mi piel. 

¿Y qué es lo que me hace irme? 

Acaso la enfermedad está en mi piel o en mi ropa o en mi ciudad o en mi patria o en mi universo. ¿Y si está en todas estas cosas? No, acaso ya he muerto muchas veces. Y siento que me voy, pero no puedo despedirme y solamente quedan muy pocas cosas mías que nunca tuve el tiempo de arreglar: mis papeles, mis cajas, mis libros, mis todos; jamás los arreglé. Y entonces, pronto, verán mis tataranietos una transparencia y preguntarán: 

¿Quién es este señor?


¡Pero cómo van a saber quién soy, si ni siquiera yo sé el que soy!

26 de agosto de 1947

Puebla, a 26 de agosto de 1947.

Mi querida María de la Luz:

No he podido escribirte antes, pues he estado muy ocupado. Y como ahorita son ya casi las diez de la noche, no creo que te llegue el 28. Te llegará el 29. Puede ser que ya antes nos hayamos hablado por teléfono. No sé cómo le vas a hacer, no creo que te lo permita mi tía Luchena. De todas maneras, con los albores de la mañana nacerán especiales pensamientos que me unirán más a ti, y no quiero que te desmañanes, pues lo que no duerma yo lo debes dormir tú; lo que yo no río ni canto, lo debes sustituir tú.


Otro día te escribiré con más calma, pues en estos momentos quiero ya mandar la carta.

Por último, te diré que cada día te quiero más. Todo el camino la pasé dormido, llegué en dos horas y media, pues el camión ni siquiera paró en Río Frío, y de esta manera solamente el sueño retardó un poco al inexorable tiempo que me alejaba materialmente de ti.

Saludos a tía Luchena, a Titi, a tu mamá, a tu papá y a Lily.

Quien no te olvida
Agustín

NOTAS. Por el primer párrafo, entendemos que María de la Luz ha advertido a Agustín que lo llamará por teléfono a hora muy temprana (una advertencia semejante aparece en la carta que ella escribió el 21 de agosto). También entendemos que María de la Luz duerme (y seguramente pasa la mayor parte de su día) en casa de Ma y no de sus padres (ambas casas se encuentran en la misma cuadra de la calle de Civilización). La foto con la que ilustramos esta carta corresponde, precisamente, a un momento en que María de la Luz se encuentra cerca del ventanal del comedor de casa de Ma. Desde ahí, María de la Luz puede observar el jardín y contemplar la buganvilia que tanta la inspira al escribir sus cartas de amor a Agustín.

25 de agosto de 1947

Viñeta de Historia Gráfica en LA mayor
Dibujante: Agustín Aguilar Rodríguez
Registro de fechas: María de la Luz Tagle Osorio


México, a 25 de agosto de 1947.



Mi amor, mi gloria, mi adoración:

¿Por qué, cuando estoy a tu lado, me siento tan feliz? ¿Por qué, de todos los espectáculos que contemplo contigo, me quedan tan gratos recuerdos? En ellos cifro mi dicha, y me sirven para hacer menos amargas las horas de la espera.

Las primeras sombras de la noche se vienen a unir a las nubes que cubren el firmamento. Pronto no veré para escribirte; pero, te repito, mi pensamiento te acompaña y te sigue, trata de adivinar dónde te encuentras, para estar a tu lado.

Cuando me escribas, no olvides decirme todo cuanto sabes que me interesa de tus estudios, exámenes, trabajos, etc.

El día 28, desde las 4 de la mañana, estaré contigo y me dará mucho gusto ver que estás contento... ¡Te veré, sí! ¿O no lo crees? A las 6 a.m. procura estar cerca del teléfono. 

Mañana, cuando deposite la presente, aprovecharé de enviarte las revistas. 

Ya te dejo, aunque mucho tendría aún que decirte. ¿Me harías favor de saludar de nuestra parte a todos en tu casa? ¡Gracias! ¿Hasta mañana? Hum... ¿"Hasta mañana" dices, alma mía? ¿Pero no sabes que nos separa más de un día? ¡Pero hasta mañana, siempre! ¿Verdad? Porque equivale ese intervalo a una interrupción muy grande de distancia.

Tuya siempre
María de la Luz

P.D. ¡Mi relicario está vacío!

NOTAS. (1) No quiero velar con comentarios torpes y superficiales la belleza de esta carta. (2) El 28 de agosto es día de San Agustín de Hipona. 

jueves, 15 de agosto de 2013

21 de agosto de 1947

México, 21 de agosto de 1947

Amor mío:

Me disponía a salir con Lilí para recoger el marco que le mandé hacer al diploma que me regalaste, cuando llegó tu carta. Y como queda cerca el correo mayor, me he puesto a escribir y así aprovechar el depositar la presente.

No me fue posible ir a la Basílica el 18 (ya te contaré el porqué). Ayer fue la bendición de la casa de los padres. El señor arzobispo hizo la bendición.

Dispénsame la forma en que te estoy escribiendo, pero me sucede algo muy raro: me tiembla la mano en una forma terrible. ¿Nervios?

Siento mucho el no haber podido asistir al juego en que habrás ganado.

¿Están bien esos dos renglones?

El lunes vino Mayito y Rebeca. Comieron con nosotros. Mi papá estuvo mal ese día, pues le hizo daño el mole que comió en el restaurant el domingo.

Te espero el domingo, tal y como me lo prometiste; pero… ¿por qué no vienes desde el sábado? Pocas veces me equivoco (modestia aparte), y creo que esta vez sé el porqué no deseas venir el sábado. En fin… Yo quisiera que estuvieras aquí el mayor tiempo posible, pero también quiero lo que tú quieras, como tú quieras y cuando tú quieras.

Si mañana no recibo carta tuya diciéndome el nombre del libro que deseas, te hablaré por teléfono. ¿Está bien?

Saludo a todos y tú recibe todo el cariño que puede abrigar mi corazón. ¿Nada más eso? No, mi corazón también.

Tuya

María de la Luz



NOTAS. Fotos 1 y 2. Como ya sabemos, Ismael (hermano mayor de Agustín) y Rebeca González Castellanos contrajeron matrimonio el viernes 15 de agosto de 1947. Después de su Luna de Miel (o como término de ella), la pareja de recién casados estuvo en la Ciudad de México y visitó a las tías Osorio Mondragón, al tío José Tagle y, por supuesto, a María de la Luz y Lili. Las fotos presentes corresponden a esos días. En la primera, de izquierda a derecha, aparecen Concepción Osorio Mondragón (madre de nuestra heroína), Ismael Aguilar Rodríguez, María de la Luz y Lili. En la segunda (foto que ya conocemos), María de la Luz y Rebeca conversan en Casa de Ma (Civilización 43). Es probable que estas fotos las haya tomado don José Tagle Aguilar, padre de María de la Luz. Repito aquí lo que ya comenté en otra parte: María  de la Luz y Rebeca están sentadas en una de las bancas del pasillo exterior de casa de Ma. Frente a ellas, se encuentra el hermoso jardín, cuidado en esa época por Ma y por la misma María de la Luz. El jardín era casi huerto casi granja: convivían en él rosales, higueras, palomas, buganvilias, gallinas y chayoteras. Foto 3. El señor arzobispo al que se refiere María de la Luz en su carta es monseñor Luis María Martínez y Rodríguez, quien dirigió el Arquidiócesis Primada de México desde 1937 hasta su muerte, acaecida en 1956. Presumo que la foto con la que acompaño esta carta fue precisamente tomada el martes 20 de agosto de 1947 en la casa de los Misioneros del Espíritu Santo. También se encuentra, a la derecha de Su Eminencia Reveredísima, monseñor Guillermo Tristchler, entonces arzobispo de Monterrey. Ambos mantuvieron estrecha amistad con la familia Osorio Mondragón, sobre todo con Ma (tía Luchena), quien aparece sentada en el extremo izquierdo de la foto. De pie y del lado derecho de don Guillermo, se encuentran María de la Luz y su hermana Eugenia Concepción (tía Lili). Recuerden los lectores que el tamaño de cada foto aumenta al presionar sobre ella (colóquese el cursor en la imagen y apriétese el botón izquierdo del ratón).

miércoles, 14 de agosto de 2013

20 de agosto de 1947

Puebla, a 20 de agosto de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Recibí ayer tu carta, la cual hoy contesto para poder acortar, aunque sólo sea por un rato, esos 140 kilómetros de distancia material, pues tú siempre estás junto a mí... y todavía más en los momentos en que leo tus cartas, que me transportan hacia ti.


No he ido a misa ni a comulgar, pero creo estar en la fiesta, procurando que todos mis deberes sean cumplidos. Sin embargo, procuraré tener tiempo para todo en este estado de emergencia en que vivo.

El partido no fue hoy. Puede ser que sea el viernes. Espero que nos veamos el domingo.

Te mando las fotos, que al rato voy para la Fotografía a traerlas, pues en este momento ni yo las he visto. También te mando para Lily.

Saludos a tía Luchena, a Titi, a tu mamá, a tu mamá y a Lily. Esperando tus letras, se despide quien te quiere con toda el alma.

Agustín

NOTAS. (1) Descubrimos en esta carta que Agustín vive ya "la angustia de la distancia" (quien ha vivido la experiencia del amor pasional, sabe a qué me refiero): el joven señala que hay aproximadamente 140 kilómetros entre Puebla y México. Para cualquier mortal, esa distancia es insignificante (dos horas de viaje en Pullman de ADO). Para el enamorado, es una distancia semejante a la que hay entre la Tierra y Alfa Centauri. (2) Abajo de estas notas, muestro una de las fotografías a las que se refiere Agustín en su carta. Se trata de tía Lili posando para su primo y futuro cuñado. Esta imagen pertenece a una serie. En cartas anteriores publiqué algunas.




martes, 13 de agosto de 2013

El mundo de afuera

Mientras María de la Luz y Agustín pasan los días concentrados en la dulzura de su noviazgo, el mundo gira sin poner mucha atención a su idilio. Detengámonos un momento, apartemos la vista de los tortolitos y de sus cartas, cerremos el epistolario y miremos hacia otros lados. Observemos qué hace la gente mientras María de la Luz y Agustín gozan de la mutua contemplación.

Ismael, el hermano mayor de Agustín, acaba de contraer matrimonio con Rebeca González y recorre con ella, en viaje de Luna de Miel, los estados de Guerrero, Michoacán y Jalisco. Lili, la hermana menor de María de la Luz, tiene novio (se llama Sergio, pero no sabemos su apellido). Laura, hermana de Agustín, anda muy enamorada y está decidida a mantener su relación con Alejandro Barroeta,  aun contra la voluntad de sus padres. Teresa, hermana de Agustín, trabaja, trabaja y trabaja, para apoyar a los adelantados y arrear a los rezagados. Rafael, otro hermano de Agustín, anda en misa, seguramente. ¿Y Nicolás, Pitié y Esperanza? ¿Qué hace este trío?

Demos la pluma a tío Nico, comediante sin par, para que nos cuente la aventura que corrieron él y dos de sus hermanas el martes 19 de agosto de 1947.





HISTORIA DE UN PASEO
Nicolás Aguilar Rodríguez
19 de agosto de 1948

La salida

Salimos a las cinco de la tarde. El Sol pronto terminaría su camino. Empezaron las dificultades, porque, además de mis hermanas Esperanza y Piedad, iba el Yac.

-¿Cómo lo llevamos?, preguntó Pitié.

-Lo amarramos a mi bicicleta con la cadena, dije. Pero no se pudo.

-Yo no me subo a la bicicleta –dijo Esperanza-, y me lo llevo andando.

Mas al fin era el Yac el que mandaba, y lo dejamos libre. Empezó entonces el paseo que tantos incidentes tuvo.

Esperanza iba atrás, porque su bicicleta era muy chiquita. Y Piedad, a la par de Esperanza, iba atrás, porque su bicicleta era muy grandota. Yo y el Yac, adelante, o, como dice el vulgo, el Yac y yo (no sé que significa "vulgo", pero suena bonito).

Íbamos por la 24 Norte, dimos vuelta en cierta esquina y nos encontramos con un canal que tenía una sola viga, atravesada para atravesarlo. Esperanza pasó con las puntas de los pies en una orilla de la viga. Y Pitié (me dijo que no escribiera Piedad) pasó como los cangrejos, caminando para atrás (era digno de verse y para reír).

La cacería

Llegamos a la carretera. El Yac retozando, y nosotros a golpe de pedal. Aquí, otro incidente. El Yac se puso a jugar con un pollo a algo que no eran propiamente carreras, pues el pollo iba como alma que lleva el diablo: a ratos volando, a ratos corriendo. Y el Yac como perro que quiere comer pechuga con todo y plumas. Apareció la dueña del pollo, una chiquilla, tan oportunamente como para impedir que este relajo fuera un asesinato con premeditación, alevosía, ventaja y ensañamiento por parte del Yac. Si al pollo no se le ocurre salir del cascarón con plumas, el Yac hubiera dado cuenta del pobrecito animal.

Sujetamos al Yac, porque estaba insoportable. Si no ladraba a otro perro, se pasaba de puerquito por debajo de un camión. Llegando al terreno, ahí bajé al perro al río, donde se refrescó, mientras Esperanza revisaba los arbolitos frutales que hay sembrados (estaban bien). El Yac subió la barranca con tantas fuerzas que me arrastraba, pues para ir al río le puso la cadena. El único que se divertía era el Yac. Para otro paseo, lo dejamos en su casa.

La rueda cuadrada

Pasamos el río Alseseca. Faltaba un tramo para llegar al lugar donde queríamos. Este tramo está lleno de perros ladrones (bueno, no ladrones, sino que ladran). Por ahí teníamos que pasar con el Yac. Claro que no podíamos pasar sanos y salvos. Como a la mitad eran tantos los perros, tuvimos que amarrar al Yac a una bicicleta que Esperanza llevaba andando. Y de esa manera quisimos sortear la valla de perros que se arremolinaban en torno de nosotros como un remolino.

A todo esto, el Yac mordió la llanta de la bicicleta, y en medio del barullo se oyó… ¡Sí, señores, se oyó un murmullo! Sssssssssssssss. El murmullo se prolongó tres renglones de esta máquina, pero no los voy a escribir. Era que la rueda estaba pinchada (o ponchada), porque la pinchó el Yac. ¡Esto era el colmo! No sabíamos qué hacer. Todos los perros ladraban apocalípticamente, mientras el Yac se le ponía al brinco a un perrazo, como si fueran dos gladiadores en el circo romano.

En la terminal

Por fin (no fin, sino intermedio), fuimos a ver si en la terminal de los camiones Ciudad Militar había una bomba para inflar la llanta; pero, como dije antes, estaba ponchada y… ni modo. Aquí fue un continuo alegar.

-Nicolás, llévate la bicicleta en un camión y te regresas.

-No, Esperanza, porque no me admiten y no tengo con qué amarrarla a la trompa del camión.

-Entonces, habla por teléfono a la casa y di que traigan el coche.

-Pero no hay teléfonos por aquí.

Aquí intervino en el alegato Piedad:

-Le pondremos una llanta de repuesto.

Y señaló un tráiler que tenía una llanta sin ocupar.

-Creo que no le va a venir, dijimos la Nena y yo.

Seguimos discutiendo

Cada uno quería que se hiciera lo que creía más conveniente, pero ninguno le daba al clavo.

-Ustedes diviértanse. Y yo me quedo con el Yac, dijo la Nena.

-¡O todos o ninguno!, dije.

-Insisto en que le podemos poner una llanta de camión, repitió Pitié.

-¡Que no le viene!, gritó Esperanza.

-Haz la prueba, insistí.

-No, yo no digo eso –dijo Pitié-. Digo que también esa llanta está ponchada.

-¡Guau guau, guau!, alegó el Yac.

-asintió Esperanza, interpretando el ladrido del perro.

-Llévate al perro.

-No –dijo Pitié-. Ya lo trajimos. Ahora, ni modo: nos aguantamos.

-¡Estamos perdiendo el tiempo!

-¿Pensando?

-¡No! (éste es un vocablo clásico de Pitié).

El acuerdo

En los camellones que hay en medio de la carretera, ahí nos sentamos. Teníamos que llegar a un acuerdo tripartito. Aunque más bien éramos cuatro, si contamos al Yac; o cinco, con la bicicleta que no servía, más la grandota y la chiquita. Entonces, éramos siete. Y aquí paramos, porque entramos en terrenos del célebre matemático Mauvre.

Nos pusimos, pues, de acuerdo: Esperanza, el Yac y la bici, nos esperarían a Pitié y a mí. Nosotros bajaríamos por la carretera a toda velocidad (pues es una loma empinada por donde va la carretera).

El Chivo Piocha

Nos tocaba ahora subir la subida que habíamos bajado de bajada. Faltarían cien metros para llegar a donde la Nena y…

-¡Pitié, da vuelta ahí! –grité.

Pitié obedeció. Pero dio la vuelta en tal forma que perdió el control de la bicicleta, cerró los ojos, apretó las manos en el manubrio, sabiendo que iba a estrellarse. De pronto, se vio bajo la bicicleta, acostada en la cuneta.

Todavía el pedal y la rueda daban vueltas y más vueltas, y Pitié veía estrellas sin telescopio y de día.

Lo único que había pasado es que se le había atravesado la cuneta, porque aunque la bicicleta tenía toda la dirección al revés, no le pasó nada. Y Pitié estaba como el Chivo Piocha de la canción de Cri-Cri: “Iba el Chivo Piocha en bicicleta de alquiler…”.

Casi de regreso

Aburrido de vernos, el Sol se disponía a meterse. Esto era un calvario: teníamos que llevar, en vez de una cruz, unas bicicletas todas amoladas. Y el Yac, sediento de tanto correr. El camino de regreso, largo largo. Sería tedioso contar este camino de regreso, pues con tanto incidente y hasta accidente no teníamos ganas más que de llegar pronto a la casa. Pero para no desperdiciar el cachito de hoja que queda…

Ya era de noche. Íbamos por la 14 Oriente, a la altura de la 32 Norte. Me fui en una de las bicicletas a decir que ya mero llegábamos. Ya mero, porque después de dejar la bicicleta en su agencia, me regresé a seguir acompañando a mis hermanas, quienes venían a diez cuadras de distancia.

La llegada 
o El plano perdido y hallado en el paseo

Cansados, arrastrándonos y hambrientos, llegamos a la casa. Cabe decir por último que el paseo no fue con motivo de distracción, sino que Esperanza buscaba un plano…

Cabe decir que el plano que buscaba, yo lo había perdido en Santa Bárbara. La Nena lo buscó entre miles de planos, pero no aparecía. Por mera coincidencia lo habían encontrado unos vecinos de nuestro terreno.

Cabe decir que el plano resistió otro olvido mío. Yo lo había enrollado en el barrote de la bicicleta que fui a entregar a la agencia. Estábamos ya comiendo para recuperar las fuerzas, cuando me preguntan:

-¿Y el plano?
-¡En la agencia!

¡Qué tonto plano! ¿Verdad?







lunes, 12 de agosto de 2013

19 de agosto de 1947

Puebla, a 19 de agosto de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Después de que te fuiste, quedó un vacío en toda mi alma. Y ya que no pude irme contigo, ni tampoco asistir a la celebración del día de la beata Beatriz de Silva, tú has de haberle dado a la Superiora mis disculpas. Y espero que habrás pedido por mí en la fiesta y en la misa.

No creí que se pudieran pasar días tan dichosos, pero así es todo momento en que pienso en ti.

Te dije cosas que nunca te debía de decir, pero es que me preocupas tanto que por ti yo mismo sacrificaría lo que más quiero, que es a ti.

Después que las fuimos a dejar, llegamos aquí a las 12 y puse el radio. Ya te habrás informado que ganó México. Ojalá haya apostado tu papá. Al rato vino el camión y me fui a tomar una lección, que solamente consistió en cinco minutos, pues fuimos por donde se habían ido mi papá con todos y se quisieron subir y entonces nos dedicamos a pasear en el camión.  Compramos chicharrones y después regresamos a la casa a comerlos. En la tarde se fueron al cine mis hermanas a ver El filo de la navaja. Solamente se quedaron mi papá y Laura, que estaba esperando a Margarita Cuburú, que al rato llegó. Se pusieron a jugar y yo a leer. Al rato me uní a ellos y como a las 6 se iba Margarita. Y sabiendo que tú no te enojarías, acompañé a Laura a tomar con Margarita un helado al Centro.  Todavía se pensaba ir al baile de que te hablé, pero, claro, a mí no me dijeron nada porque ya saben que no cuentan conmigo. Y siempre no fueron.

Mis tías se fueron el lunes a las 7. Solamente se quedaron mi tía Trini y sus hijas. Yo ayer me fui a trabajar.

Creo que mañana jugamos el partido de foot-ball Ingeniería-Medicina.

Saludos a Lily, a tía Luchena, a tu mamá, a Titi. Y tú recibe el cariño de quien te quiere y desea ser todo tuyo.


Agustín

NOTAS. (1) Beatriz da Silva (1424-1492) fue beatificada por Pío XI en 1926, dos meses antes del nacimiento de María de la Luz. Cincuenta años más tarde, Beatriz fue santificada por Paulo VI.La devoción de María de la Luz por la monja portuguesa es herencia de Ma, su tía Luz Elena Osorio Mondragón, quien mantuvo durante toda su vida una estrecha amistad con las madres concepcionistas, cuya orden fue, precisamente, fundada por Beatriz da Silva.Esta devoción fue refrendada años más tarde y en dos ocasiones por María de la Luz y Agustín, al bautizar a dos de sus hijas con el nombre de la santa: Beatriz de la Concepción y Beatriz de Nuestra Señora de Lourdes. (2) El Filo de la Navaja (The Razor's Edge) es una película basada en la novela de Somerset Maugham (1944)y estelarizada por Tyrone Power y la bellísima Gene Tierney. También aparece Anne Baxter.(3) En esta carta aparece el nombre de uno de los personajes antagonistas más famosos de esta historia de amor: Margarita Cuburú (no Cugurú, como yo escuchaba y como me acostumbré a pronunciar). He olvidado los detalles (tendré que acudir a mis hermanas, para que ellas me ayuden a reconstruir esta parte de la historia), pero el caso es que Margarita fue una pretendiente de Agustín que María de la Luz tuvo que alejar sin miramientos. Durante un paseo al campo en Puebla, al que asistieron Margarita y María de la Luz (la primera había sido invitada por las hermanas de Agustín, quienes eran sus amigas), la segunda vio que Agustín se había apartado del grupo para meditar frente a la belleza del paisaje campirano. En en ese momento, la señorita Tagle decidió cruzar el Rubicón: se acercó a Agustín, se sentó junto a él y le preguntó a bocajarro: ¿Y qué, Agustín? ¿No vas a ir con tu novia?

-¿Qué novia?
-Margarita...
-Yo no tengo novia.
-¿No? Pues se te van los ojos apenas aparece.
-María de la Luz, yo sólo tengo ojos para ti.

En ese momento, María de la Luz supo que había ganado la guerra a Margarita Cuburú, a las hermanas de Agustín, a su tía Esperanza y a todos los habitantes de Puebla. Ya sólo faltaba vencer los recelos de su propio padre, el abuelo José. Tres años más tarde, al enterarse de la boda de Agustín y María de la Luz, Margarita Cuburú, desconsolada, entró a un convento y renunció al mundo.