viernes, 26 de julio de 2013

23 de julio de 1947

Puebla, a 23 de julio de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Como ya te decía en mi carta anterior, recibí tu carta fechada en 20 de julio. Por una post-data, veo que la pusiste el lunes 21. También te dije que te la contestaría en la noche del martes. Pero estuvieron aquí el señor Bernal y otro muchacho, y en estar platicando nos dieron las once de la noche. De modo que hasta estos momentos (diez de la mañana del miércoles) tengo el gusto de escribirte.

En estos días, mi vida ha sido un poco monótona y no muy fructífera. Me he levantado a las 6 ½ para ir a clase de 7 y encontrarme con que el profesor no ha asistido. Después, en el lapso que va de las 8 y a las 12, he estado estudiando algunas veces,  y otras he hecho algún trabajo que me da mi papá. En fin, he estado bien ocupado, pero no con la eficacia que necesito. Pero, suceda lo que suceda, voy a dejar terminado un proyecto de puerto, que es estudio de la Universidad, para así poder estar en el D.F. para el sábado.

Todavía hasta estos momentos no se ha arreglado nada de aquel trabajo que te decía. Te daré una idea somera sobre él.  El director de la Facultad, para que nuestra universidad sea conocida, se está relacionando con gente influyente (industriales, etc.). Y, naturalmente, entre estas gestiones le ha parecido aceptar un trabajo de topografía. Y, claro, nos ha dicho que recurre a nosotros pues nos tiene mucha confianza. Pero no nos habló nada de honorarios, algo muy importante para nosotros. Y ahora, miércoles, es decisivo, pues ya nos dijeron qué presupuesto tienen para esos trabajos. Y nosotros vamos a decidir ahora, a las 11. Para no cansarte: estamos en el dilema de aceptar altruistamente el trabajo o bien no aceptarlo y romper la finalidad de nuestro director de dar a conocer la Facultad de Ingeniería.  No sé si comprendas, pero esto y la falta de profesores le quitan a uno la calma y el humor. Pídele a Dios por que todo salga bien.

El domingo en la mañana, y algo en la tarde, estuve estudiando. He ido estos dos últimos domingos a la misa de 8 de la Congregación, que tiene nuevo director, el padre Sainz, que está muy entusiasta por que aquí, en Puebla, suban las Congregaciones Marianas.

A mí siempre me ha gustado el foot-ball. Y por eso, para poder seguir oyendo tu voz por teléfono, te hablé de los juegos y lo que había sucedido a mi primo. Tal parece que ya está mejor.

En cuanto a mí ida, es seguro que estoy por allá el sábado. Quiero ir al Observatorio de Tacubaya, a ver a una antigua profesora mía, de la cual creo ya haberte hablado.

Quien no te olvida

Agustín

NOTAS. Cuando Agustín habla de "lo que había sucedido a mi primo", es probable que se refiera a un Azpiri, que jugo profesionalmente en la Primera División del Fútbol Mexicano. Pero no tengo, por ahora, muchos datos. Sólo puedo comentar que, veinte años después de esta carta, Agustín decía a sus hijos, entre broma y veras, que deberían "irle" al América, "pues ahí jugó su tío Azpiri". Agustín sabía perfectamente que por nada del mundo dejarían sus hijos de irle a las Chivas. ¿Por qué insistía, entonces? Porque un Aguilar nunca perderá la oportunidad de molestar. Con ese mismo gusto, ya en tiempos de la televisión, Agustín llegaba a su casa, se asomaba a ver qué estaban viendo sus hijos en la TV Philips (blanco y negro) y decía: "Ese episodio de Los Invasores ya lo vi. ¿Les cuento el final?". Entonces y al unísono, se escuchaba la voz multicolor de los niños: ¡Papaaaaaá! Y la voz infantil era coronada por el colofón de María de la Luz, la mamá de esos niños, quien dejaba a un lado su bola de estambre y decía: "Bajo a darte de cenar, Agustín, para que dejes de molestar."

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