miércoles, 6 de noviembre de 2013

7 de noviembre de 1947

México, a 7 de noviembre de 1947.

Amor mío:

Mucho me costó el no haberte podido acompañar hasta el camión. Y mucho más aun el separarme de ti. Me revelo contra ciertas cosas, pero bien veo que todo es inútil. Y tan sólo le pido a Dios Nuestro Señor fuerzas para soportar estos ratos de tremenda amargura, ya que ellos son correspondidos con creces con la felicidad que tú únicamente me das y me darás.

Todo el resto del día de ayer y lo que va del de hoy, me he sentido con un malestar terrible. No del cuerpo, no (y eso es lo peor). He tratado de no estar ni un momento desocupada, para así distraer el pensamiento. 

Ya te tengo veinte hojas escritas (de las que he copiado), que desde luego son menos en máquina. Creo que podré, y sólo falta que a ti te parezcan bien. 

Ahora en la tarde fui al Centro con Lili a recoger las fotografías. Las ocho salieron bien, aunque el señor que me las entregó me dijo que les faltaba luz y tiempo. Pero, ya te digo, a mí me gustaron mucho. ¿Quieres que te las mande en la siguiente carta que te escriba?

Ahora en la noche te hablaré, para más rápidamente sacarte de la duda con respecto a las fotos. En la fotografía donde estás y en la que estamos los dos, fueron las únicas que preferí no enseñarle a mi papá. Las otras las vio y le gustaron. Supo que tú las habías tomado.

En la mañana vino a verme el profesor Ríos. Dice que me acepta nuevamente como su alumna. Nos trajo una invitación para la audición que darán sus alumnos el 17 del presente, a las 20 horas.

Y por contarte tanta y tanta cosa, pasé por alto lo que a mí más me interesa. ¿Cómo estás, amor mío? ¿Me extrañas tanto como yo a ti? Piensa que estoy a tu lado. Yo ya he hecho la prueba, y con esto calmo en algo mis angustias. Te imagino junto a mí cuando escribo, cuando arreglo la casa o el jardín, cuando camino sola por la calle, cuando me siento al piano y hasta cuando canto. Eres tú mi invisible compañero, al único al que he sabido confiar mis más íntimos sentimientos, guardados en tu pecho como yo he sabido hacer un templo con tu cariño, un templo en donde sólo reina Nuestro Señor.

Con toda mi ternura.

María de la Luz

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