lunes, 7 de octubre de 2013

7 de octubre de 1947

México, 7 de octubre de 1947

Querido mío:

Hacía apenas unos momentos que Lili había salido a depositar mi anterior, cuando llegó el cartero con una tuya. En ella no venía la nota, como me dices, y la cual no me hizo falta ayer; pero sí me será necesaria para recoger la vajillas, si es que quieres que no te la manden. Pero creo que ya no hay caso, pues prometieron que saldría hoy mismo.

No te olvido ni un solo instante en mis oraciones, que si en algo me las toma en cuenta N.S. es porque sabe mejor que nadie en este mundo cuánto es lo que te quiero y cuán merecedor eres de su ayuda.

Quiero que no te apures por venir. Yo sabré esperar. Y si constantemente en mis cartas encuentras contradicciones, no las tomes a mal, pues aun sin quererlo me vivo deseando tu regreso.

Me presentas la felicidad con tan vivos colores, que los minutos me parecen siglos y sólo tengo ya cabeza para pensar en ella. Y lo que sale de este círculo me parece sin importancia. Cierro los ojos y te siento junto a mí, rodeados los dos de un mundo de dichas: una casita, enredaderas, flores... ¿Pero me concederá Dios llegar a tener tanta dicha? Tiemblo al pensar que todo esto no pase de ser un sueño. ¡Tengo miedo, Agustín, mucho miedo!

El sueño de María de la Luz

Arreglando mi ropero, me encontré con unas fotos del Convento del Desierto de los Leones. ¿Las quieres?

Ayer, en la noche, llovió y me mojé, y quizá a ello se deba que hoy amanecí con algo de bronquitis y un ligero dolor en el pecho. Me levanté a las 11, no por mi gusto sino porque no me dejaron hacerlo más temprano. Espero en Dios que en dos o tres días estaré bien, pues es muy molesto el dolorcito este.

Da nuestros saludos a todos en tu casa. Y tú, amor de mis amores, recibe la vida entera.

Tuya
María de la Luz

P.D. Nuevamente, perdona el papel; pero no me fue posible salir a comprar papel que necesito.

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