miércoles, 2 de octubre de 2013

3 de octubre de 1947



Puebla, a 3 de octubre de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Qué felices son los momentos que paso contigo. Y te quiero tanto que muchas veces ese quererte pasa por todas las gamas, desde el de una hermana hasta el amor que se le debe a una madre. Por eso es que una vez más te voy a contrariar en cierta manera, al no quererte contar mi vida pasada, pues, como ya te lo he dicho, no vale nada, ¿y para qué cansarte? Sin embargo, trataré de esculcar y contarte cosas bonitas. Además, yo tampoco quiero acordarme, pues estoy viviendo una nueva vida contigo. Y si no me crees en la primera parte de lo que dije en la banca, cree en la segunda parte, pues realmente la primera parte en mí no  vale la pena, pues una vida sin amor no sirve.

Estos meses, tan decisivos para mí, debo concentrarme en el presente, para prepararte un futuro. Por eso, dispénsame que olvide el pasado. En cuanto al presente, sí exígeme cuanto quieras.

Todavía te diré más cuando nos veamos.

No voy a ir este sábado y domingo al trabajo de que te hablé, pues todavía no es tiempo.

Espero que le tomes gusto al piano. Lo que cuesta trabajo vale mucho.

Ayer, a las 10, en la Sacristía de la Catedral, vi a Monseñor Tristchler y le dije que habíamos llegado a México bien y que ya estaban cumplidos todos sus encargos. Me dijo que no se molestara mi tía por el coche. Y después, dándome una cachetada, me dijo: "Mucha prosperidad".

Saludos a tía Luchena, a Titi y a tu mamá, a Lily. Y tú recibe el amor de quien en todo momento te tiene presente.

Agustín

P.D. Te mando un recorte de periódico que le interesará a tu mamá. Olvidamos el aparato para litografía. Hoy tuve el reconocimiento de que te hablé.

NOTA. Para entender esta carta, es necesario recordar la edad de nuestros personajes (María de la Luz tiene 21 años de edad y Agustín 23) y el hecho de que ambos están enamorados. Decimos esto porque el tránsito por la pasión hace de cualquier pasado un desierto que "no vale nada". No hagamos mucho caso al desprecio que tiene Agustín por su tiempos sin María de la Luz. Como ya dijimos en otra parte, hay pruebas de que la infancia y la adolescencia de nuestro héroe estuvieron llenas de hermosa experiencias. ¡Pero el amor, ay, el amor! El amor hace de cualquier otro jardín un páramo sin sentido.

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