viernes, 6 de septiembre de 2013

6 de septiembre de 1947

Puebla, a 6 de septiembre de 1947.

Mi querida María de la Luz:

Cada vez me gustan más tus cartas, y mis contestaciones me parecen faltas de mérito. Eres ideal y así les parece a todos los de mi casa. De tal manera que no sé cómo se te puede ocurrir que te tengan rencor, pues desde Margot hasta mi mamá y mi papá, todos te quieren. Quizá haya habido cierto desprendimiento, porque saben que yo te estoy atendiendo. En cuanto a Laura, yo la considero un poco enferma; pero en cuanto a que le escribas o no le escribas, yo no creo que...  Si ella no te ha escrito, tú tampoco le debes escribir. Aunque no sigas esta doctrina conmigo, pues si ahora he retardado mis cartas es porque mis reconocimientos me tienen en tensión constante. Y, como te digo, no puedo aceptar lo que me dices de no abrir tus cartas, pues ellas me dan un empuje más hacia el éxito. E igualmente no te dejaré de escribir, pues aunque casi no te diga nada, cuando me pongo a escribirte me siento muy cerca de ti. Procuraré ir lo más pronto posible.

Quisiera, María de la Luz, que me dijeras la fecha de tu cumpleaños. Solamente sé que es a mediados de este mes de septiembre.

Ayer comulgué. Yo te agradezco mucho que pidas a Dios por mí. 

Quisiera decirte muchas cosas, pero ya me voy a clase de 7 a.m. Piedad dice que ya te escribirá, pues tu carta se la mandó a María de Lourdes. Saludos a todos y tú recibe todo el amor de quien no te olvida.

Agustín

NOTAS. (1) Al transcriptor de estas cartas no lo convencen ni las disculpas ni las explicaciones de Agustín sobre la presunta animadversión de sus hermanas contra María de la Luz. Entiende pero no comparte el esfuerzo exculpatorio. María de la Luz tiene motivos fundados para sospechar que las hermanas de su novio no están colaborando para que la relación germine. Incluso, parece que entorpecen su desarrollo. Es posible que vean con mejores ojos a Margarita Cuburú, amiga de las Aguilar. De cualquier manera y aunque estamos hablando de jóvenes que no alcanzan los 25 años de edad, hay que señalar que el recelo de María de la Luz  nunca se apagará del todo, como tampoco se agotará el espíritu conciliador de Agustín. Y será esta conexión entre susceptibilidad y condescendencia una de las claves de la felicidad de nuestros enamorados. Ya hablaremos de ello.(2) El diagnóstico de Agustín sobre su hermana Laura es absolutamente equivocado. Ni siquiera se trata de un juicio moral: sólo es un exabrupto surgido de la rigurosa lealtad del joven hacia sus padres. (3) La foto que acompaña esta entrega nos muestra a Agustín en 1926, año en que nació María de la Luz.

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