martes, 24 de septiembre de 2013

22 de septiembre de 1947

México, septiembre 22/47

Querido Agustín:

He dejado pasar algunas horas después de recibir tu carta, para tratar de encontrar una contestación correcta; pero aún no sé ni cómo empezar.

El escultor nunca ha pedido permiso a la arcilla para darle tal o cual forma. Sin embargo, a mí me sucedió algo extraño, y ello fue querer yo sola darme la firma de quien me está modelando. Tengo entendido que la firma es lo último. Y así sabré esperar con paciencia. 

1928
Con todo esto te quiero decir que tú eres quien debe decidir en adelante. Pero sobre lo pasado (y con la pena de siempre) deseo que echemos tierra.

Me harás favor de darle unos buenos coscorrones a ese espantapájaros de mi retrato, pues no tiene por qué estar con el ceño fruncido sino que, al contrario, debía de desaparecer de la pura vergüenza. Todo se parece a su dueño (quiero decir, a su ex-dueña). ¡Perdónalo, porque es tontito!

Te quiere y te querrá siempre, hasta la muerte, María de la Luz.

NOTAS. (1) Parece que no nos enteraremos del conflicto de pareja sucedido en esos días, porque el amor lo ha convertido en un penoso acontecimiento que tanto María de la Luz como Agustín desean olvidar. (2) Con excesivo e injusto menosprecio de su propia persona, María de la Luz insiste en dejarse llevar por la bondad y el buen juicio de Agustín, a a quien llama su escultor y a quien otorga el derecho de absoluta autoría de ella misma.

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