miércoles, 26 de junio de 2013

1 de julio de 1947

México, 1 de julio , 1947

Agustín:

Ante todo, deseo que me disculpes por la forma tan poco correcta de expresarme en mi anterior. No sólo me refiero a las faltas de ortografía (que son muchas) sino principalmente a los términos que utilicé. Por ello te repito: ¡Discúlpame!

Desde el jueves de la semana pasada terminé de leer el libro que me hiciste favor de prestarme. Me pareció muy interesante, sobre todo porque en él encontré el complemento al libro escrito por José Luis Blasio, secretario particular del Emperador.

Aunque no lo hayas notado, me apenó mucho no saber decirte en dónde se encuentra Santiago, Tlaltelolco, Peralvillo, etc., lugares que sirvieron de entrada a la Ciudad de México a la llegada de los Emperadores. Ahora, junto con la presente te envío lo que pude averiguar.

No creo, como tú, que te estés engañando. Sí es modestia. Está usted perdonado, señor mío, porque de otro modo tendremos que pensar en un castigo. Lo que sí no entiendo es eso de que confías en que Dios te dé fuerzas para no fallarme. ¿Qué quieres decir con eso?

Me da mucho gusto lo que me cuentas del camión, pues en muy poco tiempo ya podrás manejar perfectamente.

El jueves, como te había dicho, fui al Metropolitan, en donde exhibían La hija del ministro. El sábado, al Alameda, Lo mejor de nuestra vida. En las dos ocasiones fui con mi papá. Y a la salida me llevó a cenar al Bodón. El domingo fuimos a la 9ª novillada. Estuve muy contenta: grité hasta enronquecerme, y a pesar de que llovía permanecimos fieles a la fiesta. El lunes los periódicos decían, al referirse a la novillada: “Aire, lluvia y aburrimiento”. Pero yo me divertí en grande.

Toda la tarde he tenido un dolor de cabeza bastante fuerte. Trato de acostumbrarme a él, ya que es tan necio y no me quiere dejar. Siempre que puedo lo disimulo, pero esta vez no me fue posible, por lo que tuve que acostarme.

Cuéntame qué tal estuviste en tus reconocimientos, que ya desde ahora empezaré a dar gracias a Dios, pues confío que saldrás muy bien de ellos.

Espero tu carta y ojalá que ya en ella puedas decirme para cuando vienes. Como siempre, da nuestros saludos a todos en tu casa. Y tú recibe el cariño de María de la Luz.

P.D. También te envío algo que he escrito para ti. No me atrevo a llamarle verso, pero en él he puesto mi corazón. Y perdona mis faltas, como siempre.

NOTAS. 1. Es el abuelo José, hombre de rigor implacable, quien inculca a sus hijas, acaso con excesiva rudeza, el hábito de buscar siempre la pulcritud de la escritura. Apenas observa una falta en la ortografía de María de la Luz o de Lily, el señor Tagle explota:

-¡Tu ortografía me pone los pelos de punta, Nené! No quiero encontrarme de nuevo con faltas en tus cuadernos.

2. Tanto María de la Luz como Agustín son criados dentro del catolicismo militante de los años 20 y 30 del siglo pasado. Ambos, además, forman su moral con base en el pensamiento de una iglesia añorante de la pompa del imperio y de los contubernios con el porfiriato. Sus respectivas familias estuvieron permanentemente rodeadas de sacerdotes y monjas.  La casa de los Osorio Mondragón era frecuentemente visitada por personalidades eclesiásticas como Félix de Jesús Rougier, Guillermo Trischler, Ángel Oñate y Antonio Brambila. No debe extrañarnos, por tanto, que ambos jóvenes encuentren afinidades intelectuales e incluso ideológicas en la lectura de la vida de Maximiliano (el libro al que se refiere María de la Luz es Maximiliano íntimo, escrito a manera de memorias por el secretario particular del emperador. Seguiremos buscando el libro que Agustín prestó a María de la Luz, aunque sospechamos que se trata de una monografía de editorial Jus).

3. Ésta es la primera carta en la que María de la Luz se despide con la frase “recibe el cariño de…”.  Añádase a ello el poema “Calcomanía”, para concluir que estamos ante una declaración de amor. Señalemos, sin embargo, que lo prematuro de dicha declaración se explica por la excesiva cautela de Agustín. ¡Alguien tiene que acelerar el paso!

Transcribimos aquí los cuatro cuartetos de María de la Luz:

Como rosa que al sol se abre, / como rocío que se estremece,  / así mi alma desfallece / por alcanzar tu divino amor. / Qué grande ante mi vista es / el oyamel que hoy nos cubre, / tal parece querer en su altivez / tocar la inmensidad del cielo. / Al igual que el oyamel, / en un esfuerzo supremo, / quiero tocar mi cielo, / quiero el imposible… a ti. / Mas si todo en vano es / y a mí, como al campo, / el hielo me matara, / antes de morir te dijera: Muero pensando en ti.

Al pie del verso 8, María de la Luz corrigió toda la línea. Ella había escrito: “tocar con su punta el cielo”, pero encontró más elegante la palabra “altivez”.  Sobre el 14, María de la Luz corrigió todo la linea, que se encuentra tachado: “y como en el campo”.

Cuatro meses más tarde, el 6 de noviembre, María de la Luz reescribe el poema. La diferencia es mínima pero significativa: doble signo de exclamación en el último verso: ¡¡Muero pensando en ti!!

4. La Hija del ministro es una película argentina dirigida por Francisco Mugica y estelarizada por Silvana Roth, Enrique Serrano y Juan Carlos Thorry. La película llegó a México con cuatro años de retraso (es una producción de 1943) y se estrenó en el Metropolitan el jueves 19 de junio de 1947 (una semana después, el 26 de junio, María de la Luz y su padre fueron a verla).El Metropolitan se encuentra aún en Independencia 90, aunque hoy la sala funciona como lugar de conciertos musicales, obras de teatro, danza y otras artes.

Lo mejor de nuestra vida (The best years of our lives) es una película estadounidense dirigida por William Wyler y actuada por Myrna Loy, Frederich March y Dana Andrews. Se estrenó el jueves 29 de mayo (los estrenos ocurrían los jueves) en el Cine Alameda, que se encontraba en Avenida Juárez (frente a la Alameda Central, precisamente). El cine ya no existe: cerró sus puertas en 1970 y fue derruido en 1985. La fotografía que aquí presentamos corresponde a 1946, año en que se estrena la película Enamorada, dirigida por el Emilio El Indio Fernández y estelarizada por María Félix y Pedro Armendáriz.

La entrada a estas salas costaba tres pesos, pero el abuelo José contaba con pases de cortesía (luego explicaremos por qué). El precio más alto (5 pesos) lo cobraban cines como el Trans Lux Prado y el Chapultepec. El precio más bajo (80 centavos) lo cobraban cines como el Odeón y el Carpio.

5. El Café Bodón estaba en el número 35 de Bucareli. Si en esa ocasión ordenaron la especialidad de la casa, María de la Luz y su padre cenaron cabrito al horno o machitos estilo norteño. 


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