jueves, 23 de mayo de 2013

7 de marzo de 1931

México, a 7 de marzo de 1931.

Señor Doctor y Presbítero
Don Guillermo Tristchler
Tacubaya


Muy estimado y Rev. Padre:

El día 21 de febrero pasado estuve a buscar a usted para saludarlo, entregarle un insignificante obsequio (que me permití dejarle, al no poder ver a usted) y comunicarle algo que Conchita y yo deseamos que llegue a su conocimiento.

Ruego a usted encarecidamente permita que moleste su atención.

He preferido siempre el sacrificio, antes de hacer mi defensa, y aunque jamás he creído no tener culpa, también estoy absolutamente seguro de que no todo es culpa mía, y siento verme obligado a acusar. Las dificultades que no han cesado en mi hogar son única y exclusivamente obra de la atracción que se ha ejercido para mi esposa, nulificándome en todos sentidos. Su familia no ha quedado conforme con la separación y hoy se busca el acercamiento contra mi tranquilidad. 

No importa que se cierna sobre mí el buitre de Prometeo, y si desde hace cinco años Conchita olvida que su hogar, que yo he formado, es su única casa y abandona contra viento y marea la obligación que tiene de permanecer en ella (todos los días, mañana y tarde, pocas, muy pocas veces, sólo en la mañana), pues siempre está en la casa de sus hermanos. Ya podrá uno imaginarse cómo será viviendo a cincuenta metros de distancia de su familia.


Algunos disgustos me han precipitado a excesos desagradables, que lamento con toda mi alma; pero el último habido me enseñó la amarga realidad. Ese disgusto fue quizá intencionalmente provocado. ¿Por qué lo creo así? Porque habiéndole pedido perdón a mi esposa y quedando ella conforme, al regresar de mi trabajo, encontré la casa sola, permaneciendo mi esposa alejada de mí dos semanas por un viajecito a Puebla que hizo.

¿Di yo mi consentimiento para ese paseíto? ¿A una esposa le está permitido, ante Dios y ante la ley, abandonar su hogar para ir a divertirse, ya no fuera de la casa sino fuera de la ciudad? ¿No se nota con esto la mala voluntad que se me tiene? ¿Bajo este ambiente puede haber paz en el hogar?

Ahora pasaré a otro asunto: Conchita me ha comunicado que sus hermanos y ella misma están seguros de que yo me casé por interés. Y respecto a esto, ante usted, como sacerdote, le juro que ese interés no está más que en la imaginación de la familia Osorio Mondragón, y protesto y protestaré hasta la hora de mi muerte contra esa calumnia tan vulgar. Tengo una deuda contraída durante la época más terrible de mi vida, cuando estuve sin trabajo (y no por solicitud mía); pero esa deuda quedará saldada.

Para terminar, Luchenita me citó para comunicarme sus proyectos de construcción de una casa para mi familia, por la que pagaría una renta según el monto de la construcción. Esa construcción se haría en los terrenos adquiridos en la misma calle donde ellos habitan. Le indiqué que estaba completamente resuelto a no aceptar (como lo estoy y lo estaré mientras viva). Me contestó que conociendo mi carácter, como lo conoce, ya sabía lo que yo iba a resolver, pero que lo había hecho para descargar su conciencia y que no creyera yo que ella me diría que me adoraba (esto último lo platicó con Conchita en tono festivo). Es una imposición que no aceptaré nunca, pidiendo, a cambio de tantas gracias (?), que me dejen en paz con mis pobrezas y que el gobierno de mi hogar sea respetado.


María de la Luz tenía 4 años en marzo de 1931

Perdóneme usted la libertad con que me he permitido escribir, pero no me encuentro capaz de poder dar a mis letras la elocuencia y brillantez que quisiera.

Con todo respeto, besa su mano su Afmo. y S.S.

José Tagle y Aguilar

NOTA. Es probable que el terreno donde aparece María de la Luz en esta foto, sea precisamente sobre el que se construyó la casa de la que habla el abuelo José.

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