Puebla, a 29 de agosto de 1947.
Mi querida María de la Luz:
Hacía dos horas que estaba yo despierto y ya estaba yo abismado en un
libro, tratando de concentrarme y vencer el sueño, cuando sonó el teléfono e
inmediatamente lo descolgué y así pude oír tu deliciosa voz, que me vino a
traer una alegría que nunca había sentido yo. Después, ya se me había quitado
el sueño y me sentí como nuevo.
No sé cómo voy a corresponder y quisiera no tardarme tanto en escribir;
pero en ciertos momentos se me acumulan tantas cosas que no puedo o se me pasa
la hora de entregar la carta. Por eso es que en estos momentos (son las 10 de
la mañana) he decidido escribirte para decirte que pasé bien el día de mi
Santo. Les di a todos los saludos que les enviaste por teléfono. Todos y todas
han quedado encantados con mi suéter, que me está sirviendo, junto con el
verde, mucho, pues tengo algo de gripa; me empezó ayer, de tal manera que no
fui a trabajar por ser día de mi Santo y para cuidarme.
Yo antes no me cuidaba, pero ahora ya no estoy solo. Y aunque raras
veces me da catarro, el que tengo me está molestando un poco. Y si no amanezco
mañana bien, iré hasta el lunes a trabajar.
Vino toda la nueva familia a felicitarme y comieron aquí. Después nos
sentamos a platicar y cantaron Rebeca y Piedad. Me acosté temprano me levanté
tarde (a las seis y media). Con todo esto, me he retrasado un poco en mi
trabajo y estudio. En cuanto a éste, me preguntas cómo estoy después de los
reconocimientos. Te diré qué tal estamos…
Te mando lo que quieres. Me lo cortó Esperanza a petición mía. No me
preocupa el que sepan. Antes al contrario, hará que me porte a la altura de las
circunstancias y que pueda darte todo lo que te mereces toda la vida.
Mi papá no estuvo ayer, pues el miércoles se fue con María de Lourdes a
Orizaba.
Saludos a todos. Y tú recibe el cariño que te tiene quien no te olvida.
Agustín
P.D. No vi a monseñor Tritschler.
No hay comentarios:
Publicar un comentario