Puebla, a 12 de julio de 1947.
Mi querida María de la Luz:
Como te dije, doy contestación a tus
cartas fechadas el 1º de julio y el 6 de julio.
Leyendo el primer párrafo, haces que
retroceda a otra carta anterior tuya; pero, como ya te he dicho, no veo en qué
te tengo que disculpar. Antes al contrario, tengo mucho que agradecerte y
quisiera podértelo expresar en un poema; pero ya que carezco de esa facultad
(de escribir poemas), trataré ahora de confirmarte en que yo, con la sensación
de que tú me quieres, con ese querer que tú únicamente puedes dar y con el cual
has hecho que toda mi vida se ilumine, estás haciéndome el ser más dichoso, estás haciendo que el más grande de
mis ideales se cumpla, y sólo me resta poner todas mis fuerzas para no fallarte, sólo me resta poner todas mis fuerzas para poder
proporcionarte una posición cómoda y acortar en todo lo posible el tiempo, si
tú lo quieres, en que la unión indisoluble y eterna de nuestras personas se
verifique. Es a esto a lo que me refiero cuando uso la palabra “fallarte”, y de
ningún modo a dejarte de querer, a dejarte de amar, a tratar de hacerte feliz.
En cuanto al castigo en que piensas
imponerme, que sea cualquiera menos el pedirme que me aleje de ti. Antes al
contrario, yo mismo me impondré castigos, y esto hará que me sienta más cerca
de ti, que mi corazón palpite más al unísono con el tuyo, y así poder andar el
camino de la vida con toda la felicidad posible.
En cuanto a engañarme, no sé si me
explico bien. Como te digo, mi vida es anormal, con lo cual quiero decirte que,
por ejemplo, en la universidad más o menos me he distinguido en los estudios y
en política (buena) -y así te enseñaré un premio que saqué y que a nadie antes
se lo habían dado-. Y, sin embargo, siento haber perdido mi tiempo. Pero
dejando todo pesimismo de una manera u otra, haré todo lo que esté de mi parte
para ser digno de ti, viviendo el presente y preparando el futuro con confianza
en Dios.
Me dejas tranquilo con que te estés
divirtiendo con tu papá, y lo único que te recomiendo es que busques medios
razonables, prudentes y eficaces para que entre tu familia reine la paz. Con
esto te recuerdo el toro que me brindaste allá en México. Y te repito que lo
tomaré, cuando se llegue la ocasión, como una alternativa, es decir, que en
cualquier toro que me toque a mí, trataré de superarte en heroísmo.
Me ha gustado muchísimo “Calcomanía”, y
claro que todos tus versos originales como éste me gustarán más. Pero si
quieres que me aprenda otros, me los copias. Recuerda que soy un profano, como
en todo lo del arte.
Te llevé a México el escudo de la
Universidad de Puebla, a falta del de la Facultad de Ingeniería. Si observas,
en el escudo hay un Ave Fénix. Y dice la leyenda que se deja quemar
en aras del ideal y del amor. La cabecita de arriba significa ciencia y cultura.
Cuando nos veamos, te platicaré más sobre esto.
Mañana domingo pondré la estampita en mi
libro de misa.
Se me hizo un nudo en la garganta de
tristeza y coraje cuando veníamos en camino; pero ya te dije que si no me opuse
fue porque no quería contrariar en lo más mínimo a Laura; aunque bien sé que, si
se lo hubiera pedido, (ella) hubiese accedido a quedarse y pasado un día
divertida y contenta con nosotros; pero como no salió de ella, no quise
intervenir. Será en otra ocasión. Hay que amoldarse a las circunstancias y
estar siempre contento, cumpliendo con el deber.
Mi próxima ida será solo, pues me gusta ser
independiente. Y si se puede y quieres, iremos a ver a la Reverenda Madre
Superiora de las Concepcionistas. Y tú ve pensando cuándo y cómo quieres que le
hable a tu mamá y a tía Luchena sobre nuestras relaciones. Yo creo que ellas
nos dirán la actitud que debemos tomar ante tu papá.
Me contaron el incidente que hubo en casa
de mi tía María, pero ya te dije que he dado los pasos necesarios para que ese
rumor que tú misma oíste aquí, en Puebla, no tenga ningún fundamento. Así me
estoy portando desde el 13 de junio. Y sin ti, iré a pocos lados.
Saludos a tía Luchena, a tu mamá, a Tití y
a Lily, y si se puede a tu papá.
Quien no te olvida y te quiere,
Agustín
P.D. El trabajo de que te hablé no se
organiza hasta el martes.
NOTAS. 1. Las oraciones “…estás haciéndome el ser más dichoso” y “sólo me resta poner todas mis fuerzas para no fallarte”, pertenecen al borrador de la carta.
2. Agustín es poco efusivo con las expresiones poéticas de María de la Luz, pero no por desinterés sino por una muy calculada forma de evitar cualquier traición a sus principios. Desde su infancia, Agustín encuentra en la devoción cristiana un programa de vida y un proyecto de santidad; y ya en la adolescencia, sus anhelos de perfección espiritual lo conducen a un campo donde ciertas almas son tocadas hasta el fondo por la moral católica. No llega a los extremos ascéticos de su hermano Rafael, pero sí elabora un escrupuloso código de conducta personal, acaso inspirado en las enseñanzas de la Compañía de Jesús…
2. Agustín es poco efusivo con las expresiones poéticas de María de la Luz, pero no por desinterés sino por una muy calculada forma de evitar cualquier traición a sus principios. Desde su infancia, Agustín encuentra en la devoción cristiana un programa de vida y un proyecto de santidad; y ya en la adolescencia, sus anhelos de perfección espiritual lo conducen a un campo donde ciertas almas son tocadas hasta el fondo por la moral católica. No llega a los extremos ascéticos de su hermano Rafael, pero sí elabora un escrupuloso código de conducta personal, acaso inspirado en las enseñanzas de la Compañía de Jesús…
Como el Stephen Dedalus de Joyce, Agustín
estudia con los jesuitas y vive la experiencia del pecado y la absolución como
una pasión oscilante que marcará toda su vida.
Cuando Agustín se describe como “profano de las artes”, lo que en
realidad refleja es el pensamiento jesuita en el que fue formado, ese
pensamiento donde toda manifestación artística que no sea para alabanza de
Dios, se vuelve intrascendente, insubstancial y en muchos sentidos pecaminosa.
Si el Stephen Dedalus de Joyce asume el
arte como destino y como la mejor manera de distanciarse de la moral jesuita,
Agustín Aguilar Rodríguez abraza esa misma moral y renuncia a toda experiencia
estética. No lo hace por comodidad o indolencia intelectual, sino con la misma
convicción atormentada (pasional) con la que Stephen Dedalus elige ser artista. En
ambos, a propósito, hay una mujer que los incita al amor (sea éste entendido
como expresión estética o como formulación mística), una mujer que los mueve y
los conmueve. De no haber conocido a María de la Luz, de no haberse enamorado
de ella, Agustín hubiera sido sacerdote jesuita, lo que hubiera desencadenado
un dramático cúmulo de inexistencias ulteriores.
3. Agustín da un paso muy importante al
comprometerse a hablar con la abuela Concepción y con Ma (tía Luchena), para
hacerlas partícipes de su noviazgo y para que ambas aconsejen a los jóvenes
enamorados sobre cómo encarar al padre de María de la Luz, José Tagle y Aguilar, un hombre de
carácter difícil y, según parece, con resentimientos enquistados (de eso hablaremos después, cuando nos refiramos al hecho de que José Tagle es primo de Ismael Aguilar, el padre de Agustín).
4. Expliquemos "el incidente en casa de tía María". Por torpeza o por malicia, tanto las tías como las hermanas de Agustín, tanto en Orizaba como en Puebla, se dedicaron en esos días a afirmar -para que llegara a oídos de María de la Luz, sin duda- que Agustín era muy noviero, que salía a muchas fiestas y que, de hecho, ya estaba comprometido con una tal Margarita Cugurú. Y aquí necesitaré ser asistido por la memoria de mis propias hermanas. El párrafo de Agustín es confuso y ambiguo. ¿Dar "los pasos necesarios" para detener ese rumor? ¿No bastaba con rechazarlo? ¿Cuáles son esos pasos? Me atrevo a decir que Agustín tuvo que cortarle las alas a la señorita Cugurú (se dice, pero no me consta, que, al perder esas alas, Margarita se recluyó en un convento poblano para nunca más salir de él).
No hay comentarios:
Publicar un comentario