Puebla,
a 23 de julio de 1947.
Mi
querida María de la Luz:
Como
ya te decía en mi carta anterior, recibí tu carta fechada en 20 de julio. Por
una post-data, veo que la pusiste el lunes 21. También te dije que te la
contestaría en la noche del martes. Pero estuvieron aquí el señor Bernal y otro
muchacho, y en estar platicando nos dieron las once de la noche. De modo que
hasta estos momentos (diez de la mañana del miércoles) tengo el gusto de
escribirte.
En
estos días, mi vida ha sido un poco monótona y no muy fructífera. Me he
levantado a las 6 ½ para ir a clase de 7 y encontrarme con que el profesor no
ha asistido. Después, en el lapso que va de las 8 y a las 12, he estado
estudiando algunas veces, y otras he hecho
algún trabajo que me da mi papá. En fin, he estado bien ocupado, pero no con la
eficacia que necesito. Pero, suceda lo que suceda, voy a dejar terminado un
proyecto de puerto, que es estudio de la Universidad, para así poder estar en
el D.F. para el sábado.
Todavía
hasta estos momentos no se ha arreglado nada de aquel trabajo que te decía. Te
daré una idea somera sobre él. El
director de la Facultad, para que nuestra universidad sea conocida, se está
relacionando con gente influyente (industriales, etc.). Y, naturalmente, entre
estas gestiones le ha parecido aceptar un trabajo de topografía. Y, claro, nos
ha dicho que recurre a nosotros pues nos tiene mucha confianza. Pero no nos
habló nada de honorarios, algo muy importante para nosotros. Y ahora,
miércoles, es decisivo, pues ya nos dijeron qué presupuesto tienen para esos
trabajos. Y nosotros vamos a decidir ahora, a las 11. Para no cansarte: estamos
en el dilema de aceptar altruistamente el trabajo o bien no aceptarlo y romper
la finalidad de nuestro director de dar a conocer la Facultad de
Ingeniería. No sé si comprendas, pero
esto y la falta de profesores le quitan a uno la calma y el humor. Pídele a
Dios por que todo salga bien.
El
domingo en la mañana, y algo en la tarde, estuve estudiando. He ido estos dos
últimos domingos a la misa de 8 de la Congregación, que tiene nuevo director,
el padre Sainz, que está muy entusiasta por que aquí, en Puebla, suban las
Congregaciones Marianas.
A
mí siempre me ha gustado el foot-ball. Y por eso, para poder seguir oyendo tu
voz por teléfono, te hablé de los juegos y lo que había sucedido a mi primo.
Tal parece que ya está mejor.
En
cuanto a mí ida, es seguro que estoy por allá el sábado. Quiero ir al
Observatorio de Tacubaya, a ver a una antigua profesora mía, de la cual creo ya
haberte hablado.
Quien
no te olvida
Agustín
NOTAS. Cuando Agustín habla de "lo que había sucedido a mi primo", es probable que se refiera a un Azpiri, que jugo profesionalmente en la Primera División del Fútbol Mexicano. Pero no tengo, por ahora, muchos datos. Sólo puedo comentar que, veinte años después de esta carta, Agustín decía a sus hijos, entre broma y veras, que deberían "irle" al América, "pues ahí jugó su tío Azpiri". Agustín sabía perfectamente que por nada del mundo dejarían sus hijos de irle a las Chivas. ¿Por qué insistía, entonces? Porque un Aguilar nunca perderá la oportunidad de molestar. Con ese mismo gusto, ya en tiempos de la televisión, Agustín llegaba a su casa, se asomaba a ver qué estaban viendo sus hijos en la TV Philips (blanco y negro) y decía: "Ese episodio de Los Invasores ya lo vi. ¿Les cuento el final?". Entonces y al unísono, se escuchaba la voz multicolor de los niños: ¡Papaaaaaá! Y la voz infantil era coronada por el colofón de María de la Luz, la mamá de esos niños, quien dejaba a un lado su bola de estambre y decía: "Bajo a darte de cenar, Agustín, para que dejes de molestar."
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