Miércoles,
18 de julio de 1947
Muy
querido Agustín:
Lo
primero con que tropezaron mis ojos fue con “Querida María de la Luz”. Y, ¿por
qué no decírtelo?, extrañé esa palabra que ya has usado y me hace tan feliz:
“Mi”. ¿O acaso no te pertenezco? Al menos, eso es lo que yo siento, puesto que
ante la Santísima Virgen de Guadalupe te entregué lo que tanto había guardado:
mi corazón. No tengo pena en decírtelo. Ella lo aprueba. ¡Se sonrió la Morenita
al ver temblar en mis labios el amor que juraba!
En
mi aturdimiento, olvidé decirte en mi anterior algo que te repetiré de palabra
cuando te vea: ¡Te felicito y le doy gracias a Dios porque te ha concedido el
éxito en tus estudios! Tú, que lo mereces, debes estar orgulloso. Yo…
simplemente estoy feliz.
También
olvidé decirte que recibí tu tarjeta el sábado 12. Me gustó mucho. Rezaré a
Nuestro Señor, pidiéndole que se cumplan tus deseos y reine a tu alrededor la
paz y la alegría que no se puede cambiar por nada.
Me
dices que a pocos lados irás sin mí, y no puedo menos que ofrecerte lo mismo.
No creo que en esto haya ridiculez de nuestra parte. Sin embargo, no olvido tus
palabras: “Sonreír ante el deber, pero conservar el corazón para quien se ama”.
No le llamo sermón a dejar que el corazón hable libremente. Hazlo siempre que
tengas tiempo, escríbeme todo cuanto quieras, dime lo que ves, lo que sientes.
¿Pido mucho? Mira que me haces muy feliz con tus palabras y además me sirven de
mucho. Soy algo así como una piedra sin forma, pero no tengo la dureza de ella.
Puedes, si quieres, labrarla, darle forma. Estoy en tus manos. La obra será
tuya.
¡Te
quiero tanto! Has venido a trocar todas mis tristezas y amarguras en dicha y
placer. Ahora encuentro gusto hasta en lo más prosaico: el arreglo de la casa…
Todo me parece que ríe a mi alrededor.
¿Crees
que te sea posible venir pronto? No te afanes, yo te espero todos los días.
Quisiera que no te apuraras por mí. Piensa que mientras más días dejemos de
vernos mayor será la dicha de encontrarnos. “La ausencia para el amor es como
el aire para el fuego: aviva al grande y mata al chico”.
El
2 de agosto, sábado, será la fiesta en el Asilo de San José. Ojalá que para
entonces estés aquí, y así podremos ir. No sé si tú encuentres diversión viendo
a los chiquitines hacer sus pininos sobre las tablas. Además, algunas
compañeras mías tomarán parte, recitando, cantando, bailando.
Saluda
a todos en tu casa. Y para ti el cariño de María de la Luz.
P.D.
Fui al Correo Mayor a depositar ésta, pero me encontré con que estaba cerrado
por la muerte de Benito Juárez, y gracias a él mi carta no saldrá hoy, como lo
deseaba. ¡Qué suerte! El ingeniero no ha venido, pero cuando lo vea le daré tus
saludos.
NOTAS. (1) ¡Este arroz ya se coció! (2) María de la Luz está tan concentrada en expresar sus sentimientos, que olvida comentar que este día fue al cine Palacio Chino y vio la película "Siempre te he querido" (I've always loved you, de 1946), dirigida por Frank Borzage e interpretada por Philip Dorn, William Carter y Catherine McLeod. La entrada principal del Palacio Chino estaba en Bucareli 18. Al terminar la función, el público salía por Iturbide 21. María de la Luz y el abuelo José (su padre) acostumbraban regresar a Bucareli para merendar en el Café España o en el Café Bodón.
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