México, a 3 de septiembre de 1947.
Mi Agustín:
Trataré de ser concisa y decirte mucho sin
extenderme demasiado. Como siempre, vino a constituir un pedacito de Cielo el
recibo de tu carta. Y también, como siempre, leí antes que otra cosa el primer
y último renglón de ella: “Mi” y “Te ama”. Eso sólo me bastaría para ser
completamente feliz.
¿No
te has enterado de lo guapo que eres? Pues para mí no es nada nuevo. Sólo que
lo confirmo con “ese” retrato. ¿No te enojas si chiflo? ¡Fiu… fiu…!
No
alcanzo a comprender lo que en un párrafo me dices. ¿Me pides perdón por tu
tristeza? ¡Ah, no, vida mía! Si en alguna ocasión debieras pedirme perdón, no
será por estar o sentirte triste, sino al contrario, por callar alguna pena y
sólo, ante mí, sonreír. No eres tú quien debe sonreír ante las penas, sino yo
la que debo hacerte más llevaderas las aflicciones y tristezas que Dios quiera
enviarnos como prueba de su amor.
Como a ti, a mí también me alienta esa
inmensa alegría de nuestro amor, bálsamo divino que calma cualquier dolor, por
terrible que éste sea. Nunca evites, para mí, traslucir lo que en tu interior
pasa, pues debes saber que una y mil veces me sentiré dichosa en ser en todo y
para todo tu compañera.
Fue
buena la idea de comprarte un despertador. Pero no quisiera que esas levantadas
fueran demasiado temprano. Te hará mal restringir tu sueño.
Pitié
nos escribió a Lili y a mí, pero sucedió que en vez de enviarnos la carta
correspondiente nos envío la destinada a María de Lourdes. Te la mando. Y tú me
harás favor de entregársela y decirle que la doy por recibida y que le mando
muchos saludos, mientras le escribo, tanto a ella como a Laura (esto será
cuando tú me lo indiques).
El
ingeniero Escalona no ha venido. La última vez que lo vi fue allá, en Puebla,
el domingo 17. ¿Recuerdas? Tampoco le he llamado por teléfono, pues pienso que
ya se aburrió de enseñarme, y sobre todo teniendo tan poco tiempo disponible.
Es una necedad mía insistir. Sin embargo, cuando lo vea le diré que te quedaste
sin los papeles debido a una mala interpretación suya.
Hoy,
miércoles, comulgué hasta las 10, hora en que vino el padre Hugo. Da nuestros
saludos a todos en tu casa. Y tú recibe el cariño y todo cuanto posee María de
la Luz.
P.D.
Mi corazón, al recordarte sin cesar, te dice: ¡Ven! ¡Ven!
NOTA. ¿Será el ingeniero Escalona quien estaba, hasta ahora, dando a María de la Luz clases de guitarra o de piano? Si nos atenemos a cartas anteriores, donde ella habla de dichas clases, podemos suponer que sí, que su maestro de guitarra o de piano es el ingeniero Escalona. Sin embargo, también sabemos que en esta época María de la Luz resintió la ausencia de su tío José Luis (Pa) y el hecho de no haber aprovechado su inteligencia, su erudición, su cultura y su sabiduría. Y ya que el ingeniero Escalona fue colega de Pa, es probable que María de la Luz recibiera de él clases de alguna disciplina humanística, como una manera de rescatar al amado y venerado Pa.
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